El apóstol, Mario Rodríguez Villamarín, el libretista de Cosas que tiene la vida  

Foto: Mario Rodríguez Villamarín en la actualidad. Derecha superior en 2023, con Rina Artieda y otras personas de la Cofradía de los Duendes. Derecha inferior, con actriz quiteña Juanita Guarderas.

Es arquitecto, pintor, libretista, escritor, músico y actor de radioteatro. Nació 8 de septiembre de 1936, en la clínica Quito, que estaba en la calle Esmeraldas, entre García Moreno y Venezuela. Se crio en el centro de Quito, para él son muy familiares los sectores de la Chilena y El Tejar. Tiene 87 años. Su mamá María Villamarín Valdiviezo es oriunda de Loja.

Desde niño tuvo el humor espontáneo “ese que nace con uno”. Cuando estaba en la escuela Espejo, escribió sketches cómicos, los mismos que los repasaba en su casa con sus dos hermanas. Esta vocación vino en los genes, porque su padre, Luis Alberto Rodríguez, era uno de los chuscos (ocurridos) que antes había en La Carita de Dios. Son seis hermanos: Elsa, Martha, Inés, Patricia, Roberto y Mario Rodríguez Villamarín.

Él no cuenta chistes, sino que tiene el improntus, que es la creación de alegría y humor, en el dialogo y las conversaciones. “Lo importante es sacar una sonrisa espontánea, sin el aspecto prefabricado o anticipado”, indica.

Cuando se graduó en el colegio Mejía e iba a la universidad pensó ingresar a la Facultad de Artes, pero se decidió por la de Arquitectura. Luego en Argentina se especializó en desarrollo urbano, catastros, camales y mercados, eso le permitió trabajar en varios municipios a escala nacional como Baños, Esmeraldas, Manta, en las Islas Santa Cruz e Isabela, así como en la provincia de Los Ríos y la Amazonia.

Su primer acercamiento a la radio fue en “La Voz de la Capital”, en el programa “Entre Amigos”, que era conducido por el periodista Rodolfo Muñoz, hacía el papel de astrónomo. En esta estación conoció a Huberto Santacruz, ahí nació su seudónimo, “El Apóstol”.

Escribió la estampa quiteña Intercambio Estudiantil para Ernesto Albán Mosquera, quien actuaba como Evaristo Corral y Chancleta. Esto lo hizo por pedido de la familia de Alfonso García Muñoz, fue presentada en el Teatro Sucre. En este lugar conoció al creador del personaje quiteño, que vivía en Colombia. Le pidió a Mario Rodríguez Villamarín que no deje morir a Evaristo, pero él le contestó que Ernesto Albán era la única persona que podía personificarlo, igual que Mario Moreno a Cantinflas, por eso creó a la Evarista, que era la Chaviquita de Cosas que tiene la vida.

El locutor y periodista, Gustavo Cevallos Velásquez, le invitó a escribir el radioteatro “Cosas que tiene la vida”. Sus personajes de Chavica y Cornelio, fueron interpretados primero por Fanny Moncayo y René Torres, luego ingresaron Hernán Cevallos e Hilda Sampedro. El papel de el chagra lo hacía Gustavo Cevallos.

Ha batido récords al haber escrito programas de radioteatro como Cosas que tiene la vida, lo ha hecho todos los días de lunes a viernes, tanto en Radio Quito como en Ciespal, a lo largo de 13 años, sumado a las comedias y otras obras. “Es un numero bastante apreciable”, insiste.

En toda su vida ha producido libretos de humor. Una vez participó en una comedia por el día de los enamorados, que se presentó en el coliseo Julio César Hidalgo, auspiciado por el Consejo provincial, cuando era prefecto Álvaro Pérez Intriago. Escribió un tiempo corto las estampas para Eduardo “Mosquito” Mosquera y Óscar Guerra Maldonado conocido como “Sarzocita”. Los dos formaron una pareja actoral y presentaron sketches cómicos en el Café Libro y otros escenarios.

Mario Rodríguez Villamarín es músico, toca la guitarra. Formó parte del trío Cordillera, con Los hermanos Tufiño Carlos y Guillermo, el nombre le pusieron en homenaje a la estación del mismo nombre que estaba ubicada en la Plaza del Teatro, en el segundo piso de la Botica Pichincha, hoy Fybeca.

Ha escrito libros que tienen al humor como el punto de partida como “El Café del Muerto”, “El Toro Longo” y “Yo quiero ser el otro”. Además de innumerables comedias que se presentaron en los teatros Sucre, Variedades y Casa de la Cultura.

No solo ha hecho composiciones, libretos, sino que también es pintor de acuarela, es un autodidacta. Pintó en acuarela desde niño, porque tuvo de vecino al gran pintor y acuarelista, Jorge Amable Espín. Mario también dibuja, en plumilla, retratos de las personas adultas mayores “con cirugía plástica”, es decir los hace lucir más jóvenes. Las puertas de las iglesias de Quito y el país también son parte de su obra.

El apoyo de su esposa Yolanda Burbano, ya fallecida, y de sus hijos Romel y Andrea, han sido fundamentales en este trajinar de la vida. Se siente satisfecho “que, a su corta edad”, tiene 87 años, muchas personas sonrieron, en momentos de tristeza, con el programa Cosas que tiene la vida y las obras que escribió.

Asegura que extraña el humor fino que había antes, aquel de la conversación, cuando salían espontáneamente los chistes y las risas. Añora el Quito de antaño, cuando se hacían las retretas y los programas del 28 de diciembre.  La gente se conocía, se saludaba y apoyaba para cuidar a la capital. Ahí la radio también era una fábrica de imaginación…

El humor espontáneo y los ocurridos de Quito

Mario Rodríguez Villamarín desde niño tuvo este don del humor, esta vocación siempre la tuvo porque su padre era uno de los chuscos (ocurridos de Quito) el chulla quiteño Luis Alberto Rodríguez. Un ser excepcional y muy querido en la capital. Su madre, María Villamarín Valdiviezo, es oriunda de Loja, de ahí también su apego al arte y la cultura.  

El libretista de Cosas de casa veía y oía lo que contaba su padre, cuando estaba con sus amigos. Siempre tenía la palabra adecuada y en el momento preciso, para sacar una carcajada. Mario Rodríguez Villamarín escuchaba y se reía de las ocurrencias Eso lo heredó, y lo ha mantenido a lo largo de su vida, para él es fácil tomar el pelo, pero con elegancia.

“Entre Amigos” y Rodolfo Muñoz

Su primer acercamiento a la radio fue en “La Voz de la Capital”, en el programa “Entre Amigos”, que era conducido por el periodista Rodolfo Muñoz, quien entrevistaba a políticos y gente de cultura. Mario Rodríguez Villamarín, tenía el personaje de astrónomo, hacía el horóscopo de las personas entrevistadas.

Muchas predicciones se cumplieron, como cuando en 1986, fue a “La Voz de la Capital”, la candidata a la vicepresidencia Rosalía Arteaga, que era el binomio de Abdalá Bucaram, del Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE). A ella le leyó el horóscopo y al final le indicó que “las estrellas dicen que ella será la primera presidenta del Ecuador y así fue”.

La astrología mezclada con un poco de humor, muchas veces, acertaban, pero más era por un análisis previo, que realizaba Mario de lo que acontecía en el país.

Luego de unos años escribió para el diario la Hora una columna que se llamaba “Consultas con las estrellas por el astrólogo Mario Apóstol”, que es el seudónimo.  Estuvo unos seis años, eran comentarios de dos o tres líneas de la pregunta y la respuesta igual.

Huberto Santacruz y El Apóstol

El programa “Entre amigos” iniciaba con el gran pianista Huberto Santacruz. En las consultas que le realizaban a Mario estaba de una señora que le preguntó ¿por qué el maestro Santacruz se llamaba Huberto, no Humberto?

Esta interrogante lo cogió desprevenido a Mario Rodríguez Villamarín, quien tuvo que pedir que pasen la publicidad hasta poder elaborar la repuesta. Al regresar de corte le indicó a la oyente que en la fe de bautizo del maestro Santacruz, y se refería a la fe de bautizo y no al Registro Civil, porque era el primer testimonio que había, eso era para hacerle un poquito más viejo a Huberto, quien estaba en el programa.

“En la fe de bautizo consta como Humberto, pero cuando llegó al primer grado de escuela, le metieron una paliza y le sacaron la m”. La persona que realizó la pregunta le contestó. “Muchas gracias que Dios le bendiga, porque usted nos da humor, usted es un apóstol”.  Ahí nació el seudónimo de apóstol que lo ha acompañado durante varios años.

Alfonso García Muñoz y la Evarista

Rodolfo Muñoz era pariente de Alfonso García Muñoz, autor de las estampas quiteñas, era periodista de diario El Comercio, luego viajó a Colombia, donde tenía una imprenta. Ya estaba en edad avanzada y los familiares, entre ellos Rodolfo tuvieron la idea de traerle a Quito, para brindarle un homenaje.

La familia del creador de “las estampas quiteñas”, le pidió a Mario que escriba una estampa para Alfonso. “Era una aventura audaz, el escribir una, para el creador de las estampas”, insiste. Eso para Mario fue una alegría y entusiasmo, pero también un riesgo.

Redactó la se presentó en el teatro Sucre, tuvo gran aceptación del público y hubo un lleno completo. Este libreto lo representó Antonio Ordóñez, que dirigía el Teatro Ensayo. Este espectáculo, en gran parte, fue financiado por la alcaldía de Jamil Mahuad.  

Luego de la presentación se reunieron en casa del periodista César Larrea, de Últimas Noticias, para conversar sobre la obra. Alfonso, le dijo a Mario que se sorprendió por las magníficas estampas. En ese momento le pidió que “no le dejes morir al Evaristo”.

Mario le contestó que Evaristo había muerto con el gran actor Ernesto Albán, igual que murió Cantinflas con Mario Moreno. Esto porque era imposible que otro actor pueda interpretarlo. “Yo creo que, si tengo la oportunidad de crear una Evarista, así lo haré, porque Evaristo fue el eje de la estampa, la broma y hacía reír a la gente con la colaboración de otros actores y actrices, como su inseparable amigo, Óscar Guerra Maldonado, “Sarsoza”.

Eso fue el pronóstico del radioteatro Cosas que tiene la vida, ya no con un Evaristo, porque ese lo podía interpretar únicamente Ernesto Albán Mosquera, pero si creó la Evarista, con la interpretación de la gran actriz Fanny Moncayo, que igual que Don Evaristo era la líder de la broma y ella mandaba en la casa.

Cosas que tiene la vida

Luego de un tiempo el comunicador Gustavo Cevallos Velásquez, le invitó a escribir el radioteatro “Cosas que tiene la vida”, que es costumbrista y con un cierto tono de crítica política. El locutor quiteño conocía a la gente del medio artístico y radial, por ello logró unir a Fanny Moncayo, gran actriz autodidacta del teatro, que había actuado con las estampas quiteñas. El esposo de Chavica era Cornelio, en ese papel primero estuvo René Torres.

Luego le reemplazó Hernán Cevallos, otro gran actor, quien fue la voz del Evaristo en la administración de Rodrigo Paz, que daba ciertos consejos a la comunidad para cuidar la ciudad.  El comunicador Gustavo Cevallos era el chagra Severo. Para Mario era muy importante este personaje, porque llegó a Quito y es parte de la ciudad. “Hubo chagras muy importantes, quienes por su manera de pensar y ser, era posible crear el chiste y la broma, a través de ellos”.

Severo nació en Mulaló, provincia de Cotopaxi. Mario siempre trataba de dar a conocer las poblaciones del Ecuador, que en ese tiempo no eran muy conocidas. “Mis programas siempre nombraban a lugares pequeños, no muy comunes como Mulaló y Huaca en la provincia del Carchi”, de donde era la novia de Severo, con la mamá elaboraban los quesos amasados.

Después cambió el elenco porque Fanny se retiró y le reemplazo con éxito Hilda Sampedro Valdiviezo, una gran actriz de la provincia de Chimborazo y que laboró en las radios Nacional Espejo, Reloj, Éxito, Gran Colombia y Vigía, entre otras.

Mario Rodríguez Villamarín nunca actuó en radioteatro, ni en Radio Quito, ni en Ciespal, pero lo hizo como Cornelio luego de la pandemia, a finales del 2022, cuando este programa se presentó en Radio Cobertura 104.1 FM. Gustavo Cevallos unió nuevamente a Hilda y como no había posibilidades para traerle a Hernán Cevallos Salazar, “yo me atreví a actuar y hacer de Cornelio”, señala el libretista.

El problema de las obras de radioteatro siempre fueron la financiación. Lo difícil es encontrar el auspicio y el espacio en la radio, porque priorizan los programas musicales, que no les cuesta mucho y tienen financiamiento, indica.

Cosas que tiene la vida nació en Radio Quito, La Voz de la Capital, donde se presentó por cerca de ocho años. Luego pasó al Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (Ciespal) por unos cinco años, de aquí se transmitía este programa a unas 80 emisoras a escala nacional. Hubo comentarios de Perú y Colombia, porque se enviaba a estaciones de Loja y Carchi, que llegaban tanto a los países vecinos del sur y del norte.

Ahí hubo la propuesta de pasar Cosas que tiene la vida en Ipiales, Colombia. Asegura que esta obra le ha causado muchas satisfacciones.

Ernesto Albán Mosquera y la estampa quiteña intercambio estudiantil

Con el actor ambateño Ernesto Albán Mosquera se conoció en una fiesta. “Yo no cuento cachos, ni chistes, sino que en el diálogo hago el humor lo que se llama el improntus”, destaca. En una fiesta hubo la oportunidad de conocer al actor Ernesto Albán Mosquera, quien personificó a don Evaristo Corral y Chancleta. En el diálogo surgieron muchas de las ocurrencias de Mario Rodríguez. En ese momento el actor ambateño le pidió escribir una estampa quiteña.

Así lo hizo y creó la estampa quiteña “Intercambio estudiantil”. Se le ocurrió este tema, porque era la época, cuando los jóvenes bachilleres, se iban a la casa de las familias de otros alumnos, para continuar sus estudios. De manera general lo hacían a los Estados Unidos y los jóvenes de ese país venía al Ecuador. Eso era muy común en esos años, asevera.

Ese pedido del actor ambateño significó una gran alegría para Mario, porque Ernesto Albán era muy reconocido, porque interpretaba al personaje escrito por Alfonso García Muñoz, cuando estaba en diario El Comercio.

El Trío Cordillera

Es músico toca la guitarra, formó parte del trío Cordillera, con los hermanos Tufiño: Carlos y Guillermo. El nombre le pusieron porque tocaban en Radio Cordillera cuando estaba ubicada en el segundo piso de la Botica Pichincha, en la calle Esmeraldas Y Guayaquil, cerca de la Plaza del teatro, en Quito. Era una de las estaciones más sintonizadas de la capital, con las voces de Gonzalo Portugal, Fernando Fegan Pólit, Guillermo Jácome Jiménez, Edison Terán Rivadeneira y René Torres.

Los jóvenes lograron ser reconocidos por su talento, porque no solo tocaron en Radio Cordillera, sino también en otras estaciones ya desaparecidas como Noticiero Nacional y Comercial.

Lamentablemente este Trío desapareció, porque cada uno de los integrantes tomó su camino diferente, porque se dedicaron de lleno al estudio. Ingresaron a diferentes facultades de la Universidad Central y se separaron.

La comedia por el día de los enamorados

En toda su vida ha producido libretos de humor, pero una vez escribió una comedia por el día de los enamorados, que se presentó en el coliseo Julio César Hidalgo, auspiciado por el Consejo provincial de Pichincha, que estaba liderado por el Dr. Álvaro Pérez Intriago. Era inicios de la década de los 80.

Como tenía el auspicio del gobierno seccional el coliseo tuvo un lleno total, para Mario fue un examen muy difícil, porque en este género, si es que los asistentes no se ríen, la comedia no vale para nada. No es lo mismo que en una obra de teatro, donde todos están callados y al final se sabe si fue buena o mala, pero la comedia necesita como testigo inmediato debe estar la risa.

Para el libretista los primeros instantes fueron interminables, el público estaba en silencio, pero el sol llegó, después de dos o tres minutos cuando se oyó la primera carcajada y luego todo el coliseo. Mario se tranquilizó y volvió a nacer.

El café del muerto

El café del muerto es de humor, lo publicó en alianza con la Casa de la Cultura Ecuatoriana. No es de miedo, solo narra la vida de un muerto. Esto sucede por 1960, cuando era la guerra de Vietnam. En esa época a los estudiantes jóvenes latinoamericanos, que vivían en los Estados Unidos, los entrenaban unos dos meses para la guerra y se iban a combate. Solo se salvaban los jóvenes que eran hijos de madres viudas.

Había un café, que estaba ubicado en la calle Flores, en el centro de Quito, se llamaba “Su café”. Los propietarios del local tenían un hijo en los Estados Unidos estudiando, la mamá no era viuda, pero para salvar al hijo “tuvo que matarle al marido, pero esto suena cruel”, porque le mató, solamente, valiéndose de los abogados que le declararon desaparecido.

Ahí viene la ficción del escritor, que indica que desapareció esa persona, cuando se bañaba en el río Napo, donde le buscaron, pero no le encontraron. Como este río desemboca en el Amazonas, tampoco lo encontraron y no le buscaron en el Océano Atlántico, por falta de dinero. Entonces le declararon muerto y de esa forma, la dueña del café viajó a los Estados Unidos y salvó a su hijo. No le mandaron a la guerra de Vietnam.

Pero lo anecdótico de este tema es que la persona que se quedó en el negocio, administrando el café, era nada más y nada menos que el muerto. Ese es el café del muerto.

El Toro Longo

En el libro “El Toro Longo”, trata de que un toro criollo se enamora de una vaquilla española, aquellas que traían a las haciendas para las corridas de toros.

Los toros de lidia de la Península Ibérica con sus respectivas baquillas compartían los mismos terrenos, las mismas praderas de las haciendas ecuatorianas, donde se separaban con unas rejas de alambres de púas, para que no se unan “los criollos con los nobles”, pero había un toro criollo, que costaba unos 300 dólares que se enamora de una vaquilla española, que tenía nombres y apellidos ilustres y su precio fluctuaba en unos 12 mil dólares. La diferencia es abismal.   

Era la época cuando la feria de Quito con los toros brindaba otro tipo de cotidianidad en los capitalinos. Este libro también es de humor, porque luego de muchas angustias y vicisitudes llega la felicidad total al juntarse los dos.

Mario también concluyó un texto donde relata la historia de las corridas de toros en Quito, especialmente en la Plaza Grande y en la Plaza del teatro.

Yo quiero ser el otro

“Yo quiero ser el otro o quiero ser la otra”, es un texto de la cotidianidad, pero llevada al humor. Ahí se narra que el otro no tiene obligaciones, no paga arriendo, la comida, no va al mercado, no lidia a los guaguas, no les ve los deberes, no le ve con mal genio a la señora, entre otras cosas.

Sin embargo, también hay la otra que tiene un admirador, que siempre está bien vestido, perfumado, alegre, es generoso y le da gusto en todo. “Es un relato de humor con estas dos posiciones”, que tratan, a través del humor contar lo que se vive en el día a día. Son textos de unas 90 páginas. Además, tiene unos siete cuentos cortos, que los desea para imprimir un libro.

Retratos de las personas adultas mayores con cirugía plástica

No solo ha hecho composiciones, libretos, sino que también es pintor de acuarela, es un autodidacta. Eso porque en tiempos de estudiante practicó mucho esta técnica. En esos años no sabía si ingresar a la Facultad de Arquitectura o a la de Artes en la Universidad, pero de lo que sí estaba seguro es que siempre le gustó la pintura.

Pintaba en acuarela desde niño, porque tuvo de vecino a un gran pintor y acuarelista Jorge Amable “omoto Espín”, que era un enamorado de Quito, especialmente del Centro histórico, entre sus obras están la iglesia de El Belén, la pileta de La chilena, las calles empedradas y estrechas, los tejados, los jardines con geranios y las chozas de Chilibulo, El Inca y Calderón, así como la mirada de Quito vista desde San Juan.

Mario Rodríguez pinta retratos a personas adultas mayores, a quienes le hace una cirugía plástica artística. Les quita las arrugas, les mejora algunas cosas y les rejuvenece. Esto lo hace por el amor inmenso que le tuvo a su mamá, por ello tiene un carboncillo con la imagen de María Villamarín Valdiviezo, que le salió muy bien. Nació como una travesura, pero continúa en esta tarea, que le ha dejado muchas satisfacciones.

Ha pintado retratos de amigos y las personas que le solicitan, quienes siempre se quedan muy satisfechos, con los retratos de las personas adultas mayores con cirugía plástica, gracias a la ayuda del pincel.

“Me gusta mucho ver el resultado de rostros mejorados, expresión de los ojos, la sonrisa, los gestos, eso, porque mi tendencia siempre es tratar de dar alegría”.

Le gusta pintar las puertas de las iglesias. Insiste que estas acuarelas las pinta por amor a la capital, porque las puertas de las iglesias son muy talladas, que no se han vuelto a realizar, por lo complejas y difíciles que son elaborarlas. “Admiro mucho las puertas y esos monumentos de piedra que son las iglesias”.

También pinta de personajes cotidianos, que están en las calles, como los músicos, las vendedoras de tripa mishqui. Le interesa todo lo que tenga que ver con “su “romántico Quito mío”.

Durante siete años es corresponsal de una cadena de emisoras de los Estados Unidos. Envía las noticias los sábados a las 09:30, pero para tener sintonía y captar que se resalte al Ecuador, se inventó un correo sentimental, en el cual da y resuelve problemas de amor. “Cualquier consejo que desee, cualquier cosita con toda confianza dígame nomas”, repite.

 

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Iliana Cervantes Lima

Voces de la radio

Mario Rodríguez Villamarín sigue caminando, contando historias, pero desde el humor, aquel que llega al alma y con una carcajada permite olvidar los sinsabores de la cotidianidad.

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