Armando Rivas Rubianes extraña la radio “que hablaba”

Foto: Izquierda, Armando Rivas Rubianes en 1975. Derecha superior con el elenco de Qué Familia, interpretó al abuelo Benito. Protagonizaron la serie con Claudia González y Carlos Clonares. Estuvo en las seis temporadas. Derecha inferior en el año 2021 presentando la obra “Más Armando que nunca”.

Es uno de los actores ecuatorianos que llevan el radioteatro en sus venas y corazón. Es del tiempo cuando la radio hablaba y la gente, en sus casas, se sentaba en la sala a escuchar las voces que salían de ese aparato grande. Lamenta que este medio “haya perdido la palabra”. Armando Rivas Rubianes es una de las personalidades más reconocidas de la capital. Ha trabajado en varias emisoras: Atahualpa, Ecuatoriana, Quito, Tarqui, Nacional, HCJB, Sideral, Colón…

 

1951 fue el año de su nacimiento, desde ahí la radio es parte de su vida, porque nació en el seno Radio Noticia, una emisora muy querida en Quito, de propiedad del reconocido y recordado comunicador Arcesio Arcentales, quien se casó con su madre y le crío como su hijo. Armando Rivas Rubianes cuenta que esta emisora en sus inicios tuvo mucho prestigio. Estaba en la mitad del dial, 785 kilociclos y sus estudios se ubicaban en las calles Oriente y Pedro Fermín Cevallos, en el barrio de San Blas. El edificio tenía varios departamentos y era de propiedad se su abuelo Alfonso Becerra Gutiérrez. “Nosotros también vivíamos en el mismo inmueble que estaba la radio”, relata.

En 1960, músicos famosos, como el Dúo Benítez Valencia, Los Indianos, Los Brillantes, Fausto Gortaire, entre otros, mostraron su arte en los estudios de Radio Noticia. Arcesio Arcentales sorteaba una serenata entre los oyentes que llamaban a la emisora. Si salía favorecido, la estación se trasladaba a la casa con todos sus equipos y le daban una serenata. “Era un show espectacular y, si en esa casa había un piano, el indio Huberto Santacruz, lo entonaba”. Así le llegó el gusto por la música a Armando.

Su mamá, Daggmara Rubianes, le decía “mijito, todo menos radiodifusor”. Quería que estudie arquitectura, porque dibujaba bien. Siempre le decía “mijito, sé algo por favor”. Su madre quería que ingrese al colegio Municipal Sebastián Benalcázar. Movió sus influencias y lo logró, pero Armando, en cambio, quería ir al Colegio Loyola. En 1962 los sacerdotes Jesuitas los visitaron a los alumnos del Pensionado Borja 1, donde estudió la primaria, y en una de esas tardes los llevaron al Colegio Loyola y les trataron como a reyes. Le encantó el colegio Jesuita que estaba en Cotocollao, en el norte de Quito.

Era locutor desde niño, pero el bichito del teatro cobró vida en el extinto Colegio Loyola. Su maestro, el padre Miguel Mejía, le incluyó en una obra que se llamaba “Pastor y Borrego”, era el protagonista. El profesor le sentenció con esta frase: “mira, nunca te bajes de los escenarios, porque esta será tu vida y camino”.  Tenía 12 años y estaba en primer curso.

En el plantel estuvo interno los seis años, solo salían en Navidad, Semana Santa y las vacaciones de fin de año. La familia los visitaba los fines de semana. Los primeros tres años de la secundaria ocupaban dormitorios generales, en unos salones grandes, pero los tres últimos, como iban disminuyendo los estudiantes, tenían dormitorios pequeños, que eran personales. Agradece la formación que recibió en el plantel, porque los maestros descubrían algún talento y por ahí se enfocaban.  En ese establecimiento se tenía que ser bueno en todo, en la música, el arte, las ciencias… “Eso me sirvió tanto en la vida”.

En la secundaria él  fundó la Radio Estudiantil Loyola. Todo lo que tenía que comunicarse pasaba primero por la emisora. Igual, si las autoridades del plantel querían informar algo, tenían que pasar por la estación. En los recreos había programación musical, al mediodía se difundían las noticias. Tenían una programación variada. En ese tiempo el rector era el padre Julio Tobar García, hijo de Julio Tobar Donoso, exministro de Relaciones Exteriores en el gobierno de Carlos Arroyo del Río. Fue quien firmó el Protocolo de Río de Janeiro

“Los mejores años de mi vida los tuve en el colegio, la amistad que logramos se ha mantenido. Durante más de 50 años de graduados nos reunimos por lo menos una vez al año. Vimos crecer a nuestros hijos. Es una pena que algunos compañeros ya han fallecido”. Este colegio formaba a los futuros jesuitas, “conmigo no les resultó la cosa”. Cerraron el Colegio y ahora es la Biblioteca Aurelio Espinosa Pólit. Cuando se graduó estuvo en el grupo “Los Príncipes”, con Claudio Jácome, quien era el director. En el bajo estaba Fernando Jácome, y él, en la batería.

Con el antecedente de la radio de su padre Arcesio Arcentales y la creación de la emisora en el colegio, en 1972 inició su etapa como locutor en Radio Atahualpa, de propiedad de Gonzalo Maldonado Quijano, quien fue presidente de la Unión Nacional de Periodistas (UNP). En esa época, Gonzalo ya falleció y al frente del medio estaba su hijo Mauricio.

Mientras trabajaba en este medio, estudiaba en la Escuela de Ciencias de la Información de la Universidad Central del Ecuador. Fue compañero de aula de Andrés Carrión, Germán Carvajal, entre otros. En la estación de los 1490 kilociclos realizó el Informativo HCMQ, que era de los noticieros más destacados y tenía todos los teletipos que se pueda imaginar. “Nos exigían que ningún locutor podía entrar a la cabina, si es que no se tenía bajo el brazo el libreto escrito y preparado, una copia se le entregaba al operador y el otro tenía el locutor. No había improvisación, sino profesionalismo, 100 por ciento”. El programa siempre estaba planificado hasta en los tiempos. Armando cuenta que cuando se cometían errores de dicción los sacaban del aire, les hacían grabar y escucharse hasta que salga bien. “Eso nos formaba, aprendimos a realizar guiones de radio y a locutar”.

En 1974 llegó a radio Tarqui, medio en el que permaneció por 12 años. Trabajó con Pepe Almeida (ya fallecido), Hernán Herdoiza, Walvin Vargas, Gonzalo Pérez Torres, Carmen Andrade, quien luego fue su jefa en Radio Municipal. Carmen Andrade siempre fue del elenco de la T Grande de Quito. Al llegar a esta radio, también vinieron los retos de escribir, actuar y dirigir radioteatro. Había mucha producción: La Hora Sabrosa, Las Andanzas del Maestro Juanito, Cante Usted Si Puede, pero también la transmisión semanal de las Leyendas y Tradiciones Ecuatorianas, la mayoría fueron trabajadas en ese tiempo. Además, hacían piezas sobre fechas históricas: Natalicio de Bolívar, Historia de una ciudad que se negó a morir, que era una dramatización sobre el terremoto de Ibarra hasta su refundación; Un hombre llamado Jesús, que se transmitía en Semana Santa, entre otras producciones.

Los textos se levantaban en una máquina de escribir y se sacaba una gran cantidad de copias con papel carbón. Se convocaba a los locutores, actores, amigos y la gente que quería colaborar. “Todos eran muy entusiasmados con el trabajo. Nos reuníamos, leíamos un poco e iniciábamos la grabación en unos equipos antiguos, el trabajo era muy intenso y largo: cortar, pegar, musicalizar, editar…”. Pero venía la recompensa con los aplausos de la gente.

En Tarqui se preparaba todo con anticipación, porque el propietario de la estación, Gustavo Herdoiza, “era muy exigente y meticuloso”. Recuerda que en esta emisora se creó el programa Cancionando y de ahí salió la frase “pinchar los éxitos”, que tenía una enorme sintonía.

Estuvo esporádicamente en HCJB, doblando las películas al español. En esa época traían de Estados Unidos las películas cristianas y se traducían en Ecuador y se difundían a América Latina.

Estuvo en los inicios de radio Visión. Era 1971, los señores Pantalione y Julio Pazmiño eran socios propietarios de la estación; Carlos Bracho Velasco era el gerente y tenía un programa que lo escribía Armando que se denominaba La vuelta al mundo en 10 temas. “El director de la estación de ese entonces era un genio creando, tenía un programa que se llamaba Psicosis. Se transformaba frente al micrófono y sacaba programas de media hora, con unos tramas interesantísimos”. Se grababa todos los segmentos en las instalaciones de San Bartolo, en el sur de Quito y las cintas que eran de gran tamaño se dejaban en Guajaló, donde estaban los estudios de transmisión. En esta emisora fue libretista y tenía un programa musical que se llamaba Alta Tensión, era de los” “full modernos” de ese tiempo, con los mejores temas de los Rolling Stone y otros. Permaneció dos años.

El año 1982 laboró en una emisora infantil que se llamaba Colorín Colorado, en conexión de la Cadena Caracol de Colombia. Era una estación exclusiva para niños. Hacía “Las historias del abuelo” e interpretaba a cinco y seis personajes que conversaban con los niños. Estuvo un año. En la década de los 80 trabajó en el Centro Radiofónico de Ibarra (CRI), con Silvio Morán Madera. Hizo muchas producciones de radioteatro. Estuvo 12 años.

El teatro también tuvo un espacio importante en los inicios de Armando Rivas Rubianes. En 1970, el director que le enseñó cómo se hace profesionalmente el teatro fue el peruano Raúl Varela, quien residía en Guayaquil, y en Ecuador dirigió las salas Humoresque, Candilejas y Ja Ja. El actor y director artístico era muy exigente. “Esto se hace así y punto”. Aprendió la técnica de memorización de los libretos. Recuerda que una vez faltó un actor y él se vinculó al elenco “de valiente” y se quedó trabajando un tiempo en esa compañía, que hacía comedia teatral. “Luego hubo una pausa extraña, donde vino el teatro-ensayo y se perdió la comedia”, acota.

A inicios de los 70, paralelamente al teatro, era declamador. Hacía la poesía gaucha, del Indio Duarte, por ello en el Teatro Sucre estuvo en los intermedios de las presentaciones de Don Evaristo Corral y Chancleta, interpretado por el actor ambateño Ernesto Albán Mosquera.

En 1994 se inició en la televisión y permaneció hasta el 2005. En Ecuavisa actuó en Pasado y Confeso, una serie de drama, que era presentada por Ramiro Pérez.  En Qué Familia, interpretaba al abuelo Benito. Protagonizaron la serie con Claudia González y Carlos Clonares. Estuvo en las seis temporadas.

En los años 2007 y 2008 participó en las dos telenovelas de El Cholito, la una emitida por Ecuavisa, y la otra en Teleamazonas. Fue el único serrano de la serie. Era don Segundo Quishpe. “Fueron cuatro años de trabajo intenso y eso sumó puntos a mi carrera”.

En el año 2000, Carmen Andrade, ese entonces directora de Radio Municipal, lo llevó como director de Producción. En la estación capitalina tuvo una experiencia muy importante: hizo una pasantía José Pacheco, “uno de los actores cómicos más interesantes” y formaron un dueto de La Gala de Los Flores y Flores, que cumplió recientemente 16 años y sigue en las tablas. Quieren hacer una nueva temporada, “pues ya tienen bastante contenido para hablar: pandemia, nuevo gobierno, etc”. Armando Rivas Rubianes considera que José Pacheco es uno de los mejores actores con los que ha tenido la oportunidad de actuar. “Tiene una capacidad extraordinaria de asumir un personaje y de improvisación. Es un cómico nato. Es uno de los actores con los que me siento más cómodo trabajando. Lo admiro y respeto mucho”, reitera.

Con Hilda Sampedro, otro referente del radioteatro, fue protagonista de la obra ¿Por qué joden los hombres? que se presentó en la Casa de la Cultura, con sala llena. También en una serie pensada para la televisión llamada Pensión Nacional. En 2017 tuvo la invitación de Alex Jácome, su director, para ser parte de Dos papás en Navidad. Ahí también estuvo con la reconocida actriz riobambeña, quien otra vez fue su pareja. Los protagonistas fueron Marcela Sampedro, Frank Bonilla y José Pacheco.

En 2018 tuvo la invitación de Jorge Ulloa, de Enchufe TV. Recuerda que, en una presentación de La Gala de Los Flores y Flores, Jorge asistió a ver la obra. A la semana Armando ya era parte del elenco de Enchufe TV. “Me gusta mucho como trabajan, son un referente, no solamente en Ecuador, América Latina y Europa”.

Cuenta una anécdota que una familia de españoles llegó al país para pasar vacaciones y coincidieron con Armando Rivas en un restaurante; le reconocieron, se acercaron y le dijeron: “usted es de enchufe TV”.  Destaca el humor negro que manejan en ese espacio; lo hacen con buenos guiones, la dirección es muy ágil y juvenil.

Cuando inició la pandemia sacaron al aire, vía zoom, con Eduardo “Mosquito” Mosquera, una obra que se llamó “Ni la muerte pudo con él”. El “Mosquito” fue su alumno de teatro en el Colegio Juan Montalvo. Ahí montaron una obra con las alumnas del Gran Colombia. “Cosa curiosa, debido a su capacidad histriónica, le dije las mismas palabras que me dijo mi profesor del colegio Loyola: nunca te bajes de los escenarios. Y me hizo caso”.

En la pandemia también creó un espectáculo musical que se llamó “Más Armando que nunca”, donde presentó las canciones de su vida. Continúa trabajando en obras de teatro de Nubia Ginet: “Dijiste que para vestir santos me quedaría”, donde hizo 10 personajes y trabajó con la escritora. El director es Freddy Zamora. Ahora está preparando “Mal con esposa, peor con la moza”. Sigue actuando en largometrajes y cortometrajes.

Admira a los hermanos Vargas Acosta, por sus voces extraordinarias para narrar. Destaca que Gonzalo Pérez Torres “Gapeto”  es un escritor extraordinario y un periodista maravilloso, quien dirigió Reportarqui.  

Hasta antes de la pandemia tuvo un restaurante en Carapungo, al norte de Quito, se llamaba “Mr. Seco”, cuya especialidad era la comida ecuatoriana, lo tuvo por tres años y medio. Sostiene que fue una experiencia extraordinaria, porque aparte de la gastronomía, los fines de semana se realizaban cenas-shows donde se presentaba teatro y música. “Los mejores secos de Quito estaban en Carapungo”. Ahora, el negocio está empacado y espera que algún día pueda reactivarse.

Recuerda que este gusto por la cocina se dio cuando tuvo la oportunidad de trabajar en los inicios del Canal 23, en UHF. Fue asignado para que sea el productor del programa del Chef Alberto Guzmán que hoy presenta “El bigote del sabor”, en Gamavisión. “Con él aprendió muchos tips y le entró el gustito de la cocina. “No lo aprendí en la casa porque mi mamá no permitía entrar a la cocina a los varones. En ese tiempo creían que solo las mujeres debían hacerlo. Aprendí en el camino y poco a poco fui mejorando”.

La radio fue el motor principal de su vida, pero la dejó con mucha pena, porque cree que “perdió la palabra, ya que se empezó solo a moler música y los locutores ya no éramos muy importantes”. Armando Rivas Rubianes cree que la radio tiene que ser íntima y cercana.

Ve con buenos ojos que algunas emisoras emitan programas donde la palabra es fundamental. “Es bueno que se utilice toda la tecnología que hay, pero que se emitan programas con responsabilidad, porque el público es delicado y lo que necesita es compañía, por ello hay que decir las cosas con sustento y bases”.  Sostiene que la competencia de la radio son las redes sociales y se están creando proyectos radiofónicos que son interesantes, por ello dice que “no hay que perder esa magia de estar frente al micrófono”.

Siente nostalgia de Radio Noticia, porque cuando era niño esta emisora pisaba fuerte en el centro del dial, junto a radio Quito. “Arcesio Arcentales era un periodista que jamás se dejó mangonear por nadie, ni aceptó el lugar de nadie. Quizá por eso no pudo ir a la par con la tecnología, se fue quedando y perdió espacio.”, comenta con tristeza.

Siempre se acuerda que su mamá le preguntaba: ¿Arcesio a dónde vas? Y él le respondía: a la Sala de Prensa de la Presidencia. Luego se iba al café Madrilón, que quedaba al lado norte del Palacio de Carondelet, cruzando la calle Chile, y para terminar sus juergas en las huecas conocidas del Quito de ese tiempo, indica.

“Yo le admiré a Arcesio siempre por su valentía. Transmitía las revueltas del doctor Velasco Ibarra como un partido de fútbol”. Recuerda que siempre estaba en la jugada, cargando esas grabadoras inmensas y pesadas, que funcionaban con las 12 pilas Eveready, las del gato negro, con cintas abiertas y grandes micrófonos. Andaba de arriba abajo, en todas las sesiones. Decía “Yo soy un periodista que nunca entraré ni saldré por la ventana, sino por la puerta grande, diciendo la verdad y siempre la verdad. Esa es la imagen que yo tengo de Arcesio Arcentales, a quien le tengo mucho respeto y cariño”.

Radio Noticia, que a inicios de los 90 se le conocía como La Radio de la Manzana, tenía una discoteca muy amplia y extraordinaria, pero poco a poco “lamentablemente sus colaboradores fueron mermando, le robaron. Terminó con un cajoncito chiquito de discos”, indica.

La música, el periodismo, la comunicación y la actuación son las pasiones de Armando Rivas. Fue profesor de radio en la Politécnica Salesiana; de producción de televisión en la Universidad UTE, y en temas de comunicación y de medios alternativos para la educación en Universidad Católica de Ibarra. Fue músico y terapista en el Instituto de Educación Especial en la Ciudad Blanca.

Tiene dos hijos: Mayra es artista plástica y Daniel ingeniero agrónomo. Está casado con Jamileth Núñez. Sostiene que la profesión de actor ha sido muy discriminada.  “Muchas veces me preguntaron en qué trabajaba y les decía que soy actor y me repreguntaban: no, un trabajo. Ese es mi trabajo, de eso vivo, yo les respondía”.

Dice sentirse realizado y eso le da mucha satisfacción. Sin embargo, siente que todavía tiene muchos proyectos por cumplir en el campo de la actuación. Quiere seguir actuando “hasta que Dios diga hasta aquí nomás y nos tengamos que retirar, pero mientras se pueda, aquí estamos”, repite.

Iliana Cervantes Lima

Voces de la Radio

Su historia en el siguiente link:

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