DanielDaniel

Daniel Suárez Benítez es reconocido como uno de los mejores médicos y deportistas de la provincia de Imbabura, pero en su juventud, su trayectoria en la radio capitalina fue su carta de presentación. La locución la realizaba, mientras estudiaba en la Universidad Central del Ecuador. Su voz se escuchó en Nacional Espejo, Reloj, Cordillera, Atahualpa y Éxito, por ello cree en el poder de la palabra.

La radio le ha dado la posibilidad de dirigirse al público, porque no le tiene miedo al micrófono. Eso le ha permitido hablar ante un auditorio bastante amplio en las campañas políticas, porque ha sido concejal, diputado alterno de Enrique Ayala Mora, candidato a alcalde de Otavalo, perdió solo con 80 votos, además, fue presidente de la Liga Cantonal.

Es hijo de uno de los iniciadores y diputado del Partido Socialista Ecuatoriano, pionero de la aviación civil en el Ecuador, Alberto Suárez Dávila, quien hizo un curso con el Mayor Pedro Traversari en Chile, un monumento de su padre se encuentra en un sitio especial del antiguo aeropuerto Mariscal Sucre de Quito. Además, fundó la Escuela de Economía de la Universidad Central, donde está la foto del ingeniero imbabureño.

Daniel es médico, locutor y deportista. Practica el tenis de mesa, billar, ajedrez y natación, por ello ha obtenido premios nacionales e internacionales. En su edad madura regresó a su pasión infantil, el ajedrez. Su padre le enseñó y le dio el impulso para practicar el juego de mesa. Su progenitor le inculcó su afición al deporte, porque solo con esfuerzo se puede salir adelante.  Tenía siete años cuando tuvo como contrincante a un cardiólogo que dominaba el juego, Olavo Yépez, de Ibarra. Jugó siete campeonatos nacionales de billar, su participación fue destacada por los expertos y los medios de comunicación.

 

Se define como un hombre completo, porque “soy una persona con discapacidad. Tengo luxación de cadera”. Cuando estudió medicina, supo que su discapacidad pudo ser tratada con un pañal Frejka.

El médico y deportista siempre escuchaba los noticieros y programas musicales, eso le dio la oportunidad de escuchar las voces más “moduladas e impactantes de la época”. Siempre admiró el trabajo del locutor quiteño, René Torres, quien tenía la capacidad de hacer múltiples cosas en la radio: locutar, presentar, actuar… “Era fabuloso”.

Esta afición por la radio se dio desde niño, cuando su madre, María Olimpia Benítez, escuchaba en La Voz de la Capital, el programa de pasillos “Canciones del Alma”, con el Dúo Benítez Valencia. Ahí Daniel empezó a soñar que algún día, su voz se escucharía, a través de la radio. Le gusta la música nacional, uno de los temas que le llega al corazón es Sendas Distintas de compositor, Jorge Araujo Chiriboga, e interpretada por la cantante de Calacalí, Carlota Jaramillo.

Su trabajo como locutor le sirvió para financiarse sus estudios universitarios en la capital, porque se quedó huérfano a los 13 años, sus hermanos le ayudaban, pero de vez en cuando. Previamente siguió un curso de locución en Radio Quito, ahí le ingresó el “bichito de la radio”. Alfonso Laso Bermeo “le palanqueó” el cupo para el curso. Los profesores eran las mejores voces de la época: Fabián Vizcaíno Andrade, Edison Terán Rivadeneira, entre otros. Califica a esta etapa como apasionante y linda.

En 1958 se dio sus inicios profesionales en la radio. Estuvo en Nacional Espejo y Reloj, de propiedad de Gerardo Brborich, a quien le decía “El Superior”, lo califica como excelente radiodifusor y persona. Lo apoyo en su trabajo, porque le permitió laborar en las noches, cuando ya no tenía clases en la Facultad de Medicina en la Universidad Central del Ecuador, su horario era flexible por sus estudios. Las dos emisoras funcionaban en el mismo edificio ubicado en la calle Oriente, en el centro de Quito.

Esta estación transmitía lo mejor del radioteatro: Lupo el Lobo y el Derecho de Nacer. “Nos mandaban desde Cuba unos platos enormes con los capítulos para toda la semana”. Una vez se olvidaron de enviar las cintas y los oyentes “casi nos arrastran”, porque como no había televisión, la radio era lo más importante, porque nutría la expectativa de la gente. La sintonía era total.

Estuvo cinco años, hasta que le tocó hacer el internado en la Maternidad Isidro Ayora, hoy Hospital Gineco obstétrico. También estuvo en el Baca Ortiz y en el antiguo San Juan de Dios, en este último “había fantasmas propios”.

Los médicos residentes y los internos tenían sus cuartos en el segundo piso, en el patio norte. Las madres de la Caridad, en una ocasión, les advirtieron que “nunca bajen solos, siempre bajen acompañados”. La consulta externa era por la avenida 24 de Mayo, al lado izquierdo, estaba el sitio donde trabajaba Eugenio Espejo. Había cubículos en la pared y cuando se bajaba las gradas, se oía canciones, sonido de pies que se arrastraban… “Era tenebroso”. En el internado ganaba 227 sucres.

Daniel Suárez Benítez fue parte de Radio Cordillera, cuando estaban las voces más conocidas de la época: Guillermo Jácome Jiménez, Edison Terán Rivadeneira, Fernando Fegan Pólit, Gonzalo Portugal y René Torres. El avance de la radio decía: “Sintonizan ustedes a Radio Cordillera ciudad de Quito, 1520 kilociclos en su dial”.

La emisora estaba ubicada en la calle Esmeraldas y Guayaquil, en el segundo piso, donde funcionaba la Botica Pichincha, hoy Fybeca, era de la familia Villamar, por el sector de la Plaza del Teatro. Su espacio era en la noche, donde conducía por dos horas un programa de noticias y música, además, identificaba a la estación.

Luego pasó a Atahualpa, de propiedad de Gonzalo Maldonado Quijano, una de las emisoras más sintonizadas, con el Noticiero HCMQ (HC eran las siglas para el Ecuador y MC, Maldonado Quijano). Había una señora de apellido Albán que hacía radioteatro infantil. “Don Gonzalo, igual, me daba las horas que yo pedía y podía”, reitera.

Posteriormente llegó a la emisora que más quiere y sirve a Quito, Éxito, de los hermanos Rodríguez Santander. Daniel siempre tuvo la consideración de los propietarios de las emisoras en las que laboraba y en ésta no fue la excepción. “Me ponía yo, las horas que podía ir, pero siempre cumplía con lo que ellos me pedían que grabe y conduzca”.

En el ámbito deportivo, a los 14 años fue campeón de tenis de mesa en Quito, le ganó al narrador deportivo, Alfonso Laso Bermeo, quien era campeón nacional, luego llegó a ser vicealcalde de Quito. Daniel logró varios campeonatos nacionales.

Tenía 18 años, cuando fue vicecampeonato sudamericano de este deporte en Medellín, Colombia, le condecoraron con la medalla Espíritu Deportivo.  Sobre este triunfo le hicieron varias notas en los medios de comunicación, incluido uno en Televisora Nacional, canal 8.  Previamente al partido, las chicas se acercaban a los otros jugadores para pedirles autógrafos, darles besos o abrazos, pero nadie se acercaba a Daniel.

Se enfrentó a Juan Tafur, campeón argentino y sudamericano, que tenía una raqueta inglesa “fabulosa”. “Yo entré patojeando, pero tenía un dominio de la mesa endemoniado. Yo le tenía muerto al argentino”. Le ganó la primera 21, la segunda 21… “Cuando yo juego, me voy a una esquinita, y me animo a mí mismo… vamos Suárez”. Después de verlo jugar, el cambio de actitud del público fue total. Cuando ya estaba por ganar, los más de dos mil espectadores, en un solo grito, también dijeron: “vamos Suárez” …

Cuando salió vicecampeón “me hicieron el honor de tocar el Himno Nacional del Ecuador”, aunque no se acostumbra a tocarlo para el segundo lugar, sino solo para el campeón. “Escucharlo me costó lágrimas”, reitera con emoción.

“Con el deporte y la voz se me abrió el mundo”, insiste. Actualmente practica el ajedrez, porque es un deporte que enseña que hay que pensar antes de actuar. En Cotacachi, lugar donde vive, siete ciudadanos americanos, asentados en el lugar, se entusiasmaron con esta disciplina. Ahora tienen más de 60 niños, que practican el juego de tablero. Daniel tiene una mesa reservada, todos los sábados asiste a jugar.

Cree en el poder de la palabra, eso lo ratificó a finales de la década de los 60 del siglo anterior, cuando no era médico todavía, el IESS, le envió a Chile, con una beca otorgada por las Naciones Unidas. Estaba en una casa de salud del país de la Estrella Solitaria, donde el trabajo era muy duro. De de pronto salieron los chilenos y chilenas e indicaron que el trabajo ya estaba terminado.

Daniel preguntó ¿cómo así? La respuesta fue “porque va a venir Salvador Allende y Pablo Neruda, el poeta iba a renunciar a su candidatura a la presidencia por el Partido Comunista, para apoyar a su amigo Salvador Allende. De ese modo “tener un candidato que represente a todo el sector, que integraban varios partidos de la   denominada Unidad Popular”.

Daniel estaba en una azotea y vio a más de 50 mil personas en un parque cercano. De pronto una voz anunció el nombre de Pablo, “el Poeta de Chile”. Todos los asistentes hicieron un gesto instantáneo, “como si fuera una mano gigantesca les obligaba a realizar una reverencia a la poesía, al poeta y a la palabra”. Desde ahí cree en el poder de la palabra. Estuvo seis meses en Santiago.

Es miembro de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, parte del Colectivo cultural independiente El Niño de Cristal, compuso el pasillo Niña Otavaleña, además es autor de siete libros, uno de ellos con su nieto, Juan Suárez Proaño, quién obtuvo el Premio Nacional de Poesía.

Los recuerdos vienen con fluides a su memoria y sus ojos se iluminan cuando asegura que su madre, María Olimpia Benítez, es su hada azul, que lo llevaba a recitar, hace poco se cumplió 74 años de su partida. Está casado con Rosario Prócel, del barrio El Tejar, de Quito. Tiene tres hijos: Daniel, Iván y Anita, así como cinco nietos.

Daniel Suárez Benítez se siente satisfecho del camino recorrido, porque como cómo dice el poeta chileno, Pablo Neruda: confieso que he vivido…

 

Si desea leer la nota: https://acortar.link/Lqm6sT

Si desea ver la entrevista: https://acortar.link/XPVPFq

 

Iliana Cervantes Lima

Voces de la Radio

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *