Alfredo Rodríguez Coll, la voz del relato deportivo
Foto: Izquierda, Alfredo Rodríguez Coll en la década de los 80. Derecha superior con Ana Lucía Carrera y sus hijos Luis Alfredo y Juan Carlos. Derecha inferior, los padres Milton Rodríguez Vivero y Dora María Coll Maristany; y los hermanos Rodríguez Coll: Carlos, Teresita, Milton, Oswaldo, Gladys, Eduardo, Alfredo y Richard.
Alfredo Rodríguez Coll nació en Calceta, provincia de Manabí, el 8 de noviembre de 1938. Fue el penúltimo de ocho hermanos, a todos los miembros de la familia les gustaba la pelota y él no era la excepción. Estudió en el Colegio Montúfar, cerca de Chimbacalle, donde vivía la familia Rodríguez Coll, al sur de Quito. Cuando terminó sus estudios dijo que “se va a dedicar a lo de su hermano Carlos”, es decir a la locución, y fue su compañero constante, a tal extremo que siempre estuvieron juntos. Trabajaron en diario El Tiempo, las radios El Sol y Tarqui. Alfredo, luego consiguió dos empleos en los que se mantuvo hasta que se jubiló en diario El Universo, de Guayaquil, y HCJB, la Voz de Los Andes.
A inicios de la década de los 60 fue narrador deportivo en Radio Cordillera. Edison Terán era el director de la emisora. Sus compañeros fueron Guillermo Jácome Jiménez, Fernando Fegan, Gonzalo Portugal, René Torres y Edgar Álvarez Mejía.
Viene de una familia formada por: Milton Rodríguez Vivero, manabita; y Dora María Coll Maristany, española, de Barcelona. Son ocho hermanos: Carlos, Teresita, Milton, Oswaldo, Gladys, Eduardo, Alfredo y Richard, de los cuales viven cinco: Carlos falleció a los 73 años, el 4 de septiembre de 2001; Alfredo, a los 69 años, el 25 de junio del 2007; y Eduardo, a los 84 años, el 18 de febrero del 2019. Milton migró a España. Teresita y Richard viven en Quito y Gladys, en Manabí.
Los hermanos Rodríguez Coll eran asiduos visitantes del Estadio del Pobre Diablo, que en ese tiempo era un potrero con arcos. Alfredo jugaba siempre de puntero derecho y formó parte del Atlanta de Chimbacalle, equipo del cual fueron socios e integrantes los seis hermanos. En los registros de la Central Deportiva Obrera de Chimbacalle están los nombres de los seis hermanos del equipo del escapulario. Se le decía así porque el uniforme era blanco y tenía una V azul en el pecho, era el equipo del sur o el ferrocarrilero en términos despectivos, recuerda su hermano Oswaldo.
Los Rodríguez Coll vivieron en Chimbacalle hasta que, cada uno, fue buscando y construyendo su familia, pero todos dejaron sus mejores momentos, energías y amigos en este sector de la capital ecuatoriana. Alfredo fundó el club Puebla Junior, que dio batalla algún tiempo en ese sector del sur de Quito.
Llegó a jugar en el profesionalismo del Atlanta. Se inició en las inferiores y llegó a la superior. Dejó el fútbol porque se dedicó de lleno al periodismo, que era su pasión. Alfredo Rodríguez Coll fue un hombre de mucho carácter, pero introvertido. “Lo que él decía había que hacerse y no había quien lo cambie de opinión”. Así lo aseguran su hermano Oswaldo y su hijo Juan Carlos, quien señala que, a pesar de ello, su papá tenía la chispa quiteña y el humor manabita.
Aunque se le conoce como uno de los mejores relatores deportivos, a él le gustaba más escribir y lo hacía muy bien. Se disgustaba cuando le querían revisar sus notas. Hasta cuando se jubiló escribía a máquina con dos dedos, nunca se acostumbró a la computadora, su dicción era muy destacada. El relator deportivo manabita, Mauro Ferrín Vera, cuenta que Alfredo no necesitaba micrófono porque la voz se la oía perfecta. “Era una voz en FM”. Además, manejaba bien el idioma. “Casi nunca repetía una palabra a no ser las técnicas en sus narraciones”, destaca su hijo, quien cuenta que a su papá era impresionante mirarlo cuando gritaba un gol, lo hacía con tanta pasión. Una vez cantó un gol y se demoró más de un minuto.
Juan Carlos era muy pegado a Alfredo y lo acompañaba a los partidos de fútbol. Oswaldo Rodríguez Coll señala que mientras su hermano ingresaba a la cabina, el niño se quedaba en las gradas. Un día se da cuenta de que a Juan Carlos le gustaba el Barcelona, de Guayaquil, y optó por lo siguiente: cuando jugaba el equipo de Astillero, le dejaba en la casa para que haga las tareas escolares, ya que supuestamente estaba atrasado en materias. En realidad, era un pretexto para no llevarlo al estadio. A los otros partidos lo llevaba normalmente. Terminó haciéndose hincha de la Universidad Católica, “con lo cual el equipo ya tenía una docena de hinchas, tomándole en cuenta a mi sobrino”, cuenta entre risas el relator y ex consejero de Pichincha.
Los hermanos Rodríguez Coll dejaron huella en la locución de la capital ecuatoriana. Carlos, Oswaldo y Alfredo eran hinchas del equipo oriental: el Aucas. “Otro de los hermanos Rodríguez Coll es Milton, quien tenía hace varios años el restaurant El Padrino, ahora vive en Europa. Otro Rodríguez Coll es Eduardo, es el cacique de Bahía de Caraquez”, indica Alan Flores Valenzuela, quien asegura que fue “gratísimo trabajar con los hermanos Rodríguez Coll. Siempre fui el comercial de Goles y Recuerdos”.
Radio Cordillera
Alfredo Rodríguez Coll trabajaba con Carlos en Radio El Sol, de propiedad de César Estrella, dueño de Foto Estudio Estrella. Con Guillermo Jácome Jiménez la familia Rodríguez Coll tenía una buena relación, porque fue muy amigo de Carlos.
A mediados de la década de los 50 se inaugura Radio Cordillera, el locutor tungurahuense era el director, también estaba en esa emisora, Gonzalo Portugal. Los dos le dicen al “Hombre que televisaba el fútbol”. “Nosotros no vamos a transmitir los partidos desde el estadio. Vamos a hacer un programa diario, consecuentemente sábados y domingos quedará libre. Préstanos a tu hermano, Alfredo, que venga a trabajar, nosotros le pagamos. Nosotros queremos que él esté aquí. Sabemos que es una persona importante de tu equipo, por ello nos comunicamos contigo”. Carlos accedió y Alfredo se trasladó a la emisora, que estaba situada en la calle Guayaquil y Esmeraldas, en el segundo piso de la Botica Pichincha, lo que hoy es Fybeca. Pertenecía a la familia Villamar.
El periodista Edgar Álvarez Mejía relata que Alfredo era un maestro del micrófono y en esta emisora capitalina le dio la oportunidad para iniciar en la narración deportiva. Manifiesta que el legado que dejó el periodista manabita fue la honestidad, la honradez “y la muy excelente utilización del lenguaje”.
Goles y Recuerdos en Radio El Sol
En 1974, en Radio El Sol se formó un equipo de locutores deportivos, para hacer el programa Goles y Recuerdos. Estaban: Alfredo Rodríguez Coll, Patricio Díaz Guevara, Fabián Gallardo Moscoso y, dando sus primeros pininos como periodistas deportivos Víctor Estrella y Cristóbal Peñafiel, quienes hacían reportajes. En los comerciales estaba Alan Flores Valenzuela, quien trabajó con el locutor manabita algunos años.
Al pan pan y al vino vino
Oswaldo cuenta que Alfredo se separó de su hermano Carlos y decidió tener su propio equipo con seis compañeros. Formaron un equipo deportivo y buscaron una emisora, era Radio Bolívar, de la familia Aguilar. Delegaron que uno de ellos vaya a hablar. Conversaron la hora y el tiempo del programa, todo estaba bien. Cuando se pusieron de acuerdo en todos los temas, incluido el económico.
Oswaldo recuerda que el señor Aguilar hizo la siguiente pregunta: “Quiero saber quiénes son los periodistas que conforman el staff y le contestaron este y este otro y Alfredo Rodríguez Coll”. El propietario señaló “aquí no se hace nada de lo que hemos conversado porque mientras yo viva ningún Rodríguez Coll hace un programa en la estación, porque tienen un carácter fuerte y van a venir acá a hacer problema. Yo no tengo problema con nadie y no quiero tampoco”.
“Esa fama hemos tenido, de tener un carácter fuerte y complicado”. A Oswaldo le encantó saber que tengan ese comentario, “porque no nos pueden decir ladrones, borrachos, sinvergüenza, vagos, incumplidos”.
Este incidente lo guardó Oswaldo por mucho tiempo, “en algún momento me voy a desquitar”. Marcelo Dotti, quien tenía un programa a las 13:00, en Radio Bolívar, le invitó a esta estación en agosto de 1996, cuando terminó su gestión como consejero provincial de Pichincha. Llegó, se sentó en la cabina de sonido. El comunicador le preguntó sobre su paso por los diferentes medios de comunicación. Oswaldo le contestó: Marcelo usted me ha dado una oportunidad de hablar. Resulta que, en esta emisora, un equipo de periodistas quiso hacer un programa y uno de los ejecutivos, que está en ese momento en la cabina de sonido, se permitió decir que con los Rodríguez Coll para nada y por ningún concepto. La persona que estaba en la cabina salió del edificio, era el dueño de la estación.
“Nosotros, los Rodríguez Coll, hemos sido al pan pan y al vino vino. No andar con medias tintas y aquí estamos. Cuando terminó la entrevista le comentó a Marcelo Dotti, lo que había pasado con su hermano Alfredo”.
El Tiempo
Carlos y Alfredo laboraron juntos en diario El Tiempo, de Quito, que era de propiedad de Antonio Granda Centeno, dueño también de Teleamazonas y radio Colón.
Ese medio tenía a los mejores articulistas y periodistas deportivos. Estaban El Pájaro Febres Cordero, Asdrúbal de la Torre, Claudio Mena Villamar y Simón Espinoza. En deportes estaba Jaime “El Payaso” Vega, Fernando Guevara Silva, Juan Leos Reyes, que luego hizo la revista Aucas, Carlos y Alfredo Rodríguez Coll. El director del medio era Carlos de la Torre Reyes. Edgar Álvarez Mejía también laboraba en este medio impreso capitalino.
HCJB-La Voz de los Andes
Alfredo llegó a HCJB porque su madre, Dora Coll, siempre fue evangélica y tuvo buena relación con los pastores estadounidenses o no que llegaban al Ecuador. Uno de ellos, al enterarse de la profesión de sus hijos, le dijo: “dígale a Alfredo que venga a verme el lunes a tal hora, me interesa conversar con él”.
Luego de ese diálogo, Alfredo inició con el programa deportivo en HCJB, hasta que se jubiló 25 años después. El locutor manabita estaba en su papayal, jamás mezcló la narración con una cuña comercial. Oswaldo señala que “normalmente se narraba la pelota en poder de Gonzalo Pozo, puntero surdo del Aucas, que va por la banda trepando a gran velocidad… El locutor comercial decía Marlboro una montaña de sabor y con filtro”. En HCJB no había comerciales.
En el programa deportivo, dirigido por Alfredo Rodríguez Coll, muchas veces Germán Carvajal Torres locutaba “los comercialitos”, que eran pastillas culturales, bíblicas o avances de los diferentes programas de la emisora. Eso le permitió conocer más sobre la narración y el comentario deportivo. La radio, en esa época tenía su cabina en el Estadio Olímpico Atahualpa.
Oswaldo cuenta que ir a HCJB, cuyas siglas significan Hoy Cristo Jesús Bendice, era un lujo. Atendían amablemente a las personas que llegaban a la estación. Ahí estaban también Germán Carvajal Torres y Lenin de Janón. “Daba gusto ir a esa emisora”.
El periodista Edwin Chamorro, quien ingresó a trabajar en la estación en 1987, indica que le escuchaba a Alfredo Rodríguez Coll en San Rafael, cantón Bolívar, en la provincia del Carchi. Lo hacía dentro del programa Radiocírculo, que conducía Yolanda Molina de Aguilar. Era de 10:00 a 12:00, en 690 en Amplitud Modulada. A las 11:30 tenía un segmento deportivo, que era parte del programa Radiocírculo. Jorge Chema Reinoso decía “presentamos Deportes en HCJB, con Alfredo Rodríguez Coll”.
Cuando a Edwin le contrató para HCJB, el director del Departamento de Castellano, Gonzalo Carvajal, fue compañero del locutor manabita, quien le invitó algunas veces a realizar transmisiones de fútbol desde la cabina 13 del Estadio Olímpico Atahualpa. También compartieron micrófono en un Campeonato Sudamericano de Básquet. “Alfredo le entrevistó a una jugadora de Brasil, que ganaba muy bien y en dólares”. Era un equipo superdotado y barrió al resto de participantes. “Aprendí mucho con él. Alfredo solía tener unas tertulias donde se conversaba y se dialogaba de muchos temas, no solo deportivos”.
Alfredo gozó del aprecio de todos quienes formaron la emisora. Hasta que llegó el día y decidió jubilarse en el 2000, simultáneamente lo hizo de diario El Universo y HCJB.
El contralmirante y el Ameriquita
Oswaldo cuenta que Alfredo era escuchado en HCJB, La Voz de Los Andes, en muchos lugares del mundo y hasta en el mar. Aníbal Carrillo Páez era miembro de la dirigencia del equipo América de Quito. Él no decía el América sino “mi Ameriquita”. Fue comandante de la Fragata Guayas y Ministro de Educación. Era un contralmirante retirado. Cuando estaba en la fragata, en alguna parte del mundo navegando, un sábado se acordó que jugaba el América, prendió la radio y sintonizó HCJB. “Yo tengo un recuerdo de tu hermano Alfredo imborrable”, le comentó un día.
Cuando escuchaba la narración del partido, se desató una tormenta “de esas del padre y señor nuestro.” Aníbal estaba al frente de la embarcación dirigiendo las operaciones hasta que dijo no va más. “Nos va a tragar el mar, no tenemos salida” y se fue al camarote a terminar de oír el partido. Pasarían cinco minutos, terminó el encuentro y salió nuevamente a dirigir las operaciones. La tormenta se había aplacado y se salvaron todos. “Todavía tengo en mi mente que los peores momentos fueron los que me distraje por unos dos o tres minutos escuchando una voz de alguien conocido, que era tu hermano, transmitiendo un partido de fútbol con el equipo de mis amores”, recordaba el marino.
El Universo
A Alfredo Rodríguez Coll le gustaba escribir, por eso primero estuvo en Diario El Tiempo, de Quito, y luego en El Universo. Lo llamó el dueño del medio, Carlos Pérez Perasso, quien le pidió que se haga cargo de la sección deportiva en la capital. Le anticipó que había que viajar a diferentes provincias del país, el relator deportivo aceptó. El periódico estaba ubicado en la calle Robles, junto a la iglesia de Santa Teresita.
Su hijo Juan Carlos cuenta que en este medio estuvo hasta cuando se jubiló en el 2000. “Mi padre escribía con dos dedos y lo hacía muy rápido, sin equivocarse”. Cuando llegó la época de la computadora él no se adaptó y volvió a la máquina de escribir. Muchas veces su hijo le acompañó para indicarle como era la nueva modalidad, pero no quiso saber de esta nueva tecnología.
La inauguración del Estadio de Barcelona
Oswaldo recuerda que con su hermano Alfredo, Jorge “El Chino” Carrera, Juan Leo Reyes y Alan Flores Valenzuela narraros la inauguración del estadio de Barcelona, en 1988, para Radio Cristal.
Llegaron a Guayaquil y se hospedaron en la radio, en el penthouse. Armando Romero Rodas les recibió con un rotulo que decía “bienvenido equipo de Goles y Recuerdos”. A la transmisión se sumaron las emisoras deportivas más conocidas del país y se llegó a una sintonía a escala nacional del 76 por ciento. “La noche de la inauguración el estadio reventaba”. Alan Flores Valenzuela comenta que permanecieron alrededor de siete días en el Puerto Principal.
Un momento de la inauguración, Oswaldo dijo en este escenario deportivo hay dos bandas. A la derecha está la banda de la Marina, a la izquierda la de la Policía Nacional. Alfredo cogió el micrófono y en plena transmisión e inauguración señaló aquí hay tres bandas. ¿Cuál es la tercera? Le pregunta Oswaldo. “La que está al frente, la banda de ladrones”.
Oswaldo se quedó helado. Armando Romero Rodas estaba en la suite especialísima del estadio. “Yo dije ya mismo llega y nos manda de paseo, pero no dijo nada. Nadie protestó, ni hizo comentario nada de nada”. Ese era Alfredo siempre dijo lo que pensó y lo hizo a su manera.
Se enamoró y se casó con Ana Lucía Carrera, hijo de Lucho Carrera Arguello, dueño de la librería CIMA que había en La Alameda. Tuvo dos hijos, el mayor lleva los nombres del abuelo y del padre Luis Alfredo, es submarinista. El otro, Juan Carlos, que se hizo chef, vive en Estados Unidos.
Alfredo fue gran amigo de José María Chavasa, un automovilista argentino, propietario de una bomba de gasolina ubicada en la avenida Occidental. Escribió un libro sobre la vida de Juan Manuel Faggio cinco veces campeón de fórmula uno. Cuando se jubiló el relator deportivo, era jefe de la estación de servicio. Murió Alfredo y a los dos o tres meses murió José María.
La partida de Alfredo y doña Dorita
Doña Dora, madre de los Rodríguez Coll, era una mujer fuerte, vivía sola en Bahía de Caráquez, a la entrada a la ciudad, en la parroquia Leonidas Plaza. Se construyó la casa con sus recursos en el centro del terreno de su hijo Eduardo. “Era la casa de todos. Era la casa del jabonero el que no cae resbala”, señala Oswaldo.
En esa temporada se enfermó Alfredo. Su mamá se preocupó porque ya no lo veía, porque la visitaba seguido. Para eso se hizo ver con el Dr. Leonardo Viteri, que era el médico de la familia Rodríguez Coll, de generación en generación. Hasta ahora vive y atiende. Le indicó que puede viajar, pero con un medicamento y le dio unas pastillas.
Llegó a Quito a la casa de su hija Teresita, que vive por Cochapamba. Le visitó a Alfredo, quien se puso contento de verle a su madre. Su hijo Juan Carlos, quien vive en los Estados Unidos, desde hace 28 años, también regresó al Ecuador para visitar a su papá. “Mi papá parece que quiso despedirse de mi abuelita y de mí, porque luego falleció”.
Doña Dorita le pidió a Oswaldo que le lleve a la tumba de su hermano Carlos. Se fueron con Richard. Cuando iban al cementerio recibieron un mensaje que Alfredo que se puso mal y los tres con el médico le fueron a ver.
Pasaron los días y de pronto su mamá se resfrío y le llevaron al Hospital Voz Andes. “De la noche a la mañana le dio neumonía y se nos fue, el 11 de junio de 2007”. A Alfredo no se le avisó de la partida de su mamá. Oswaldo estaba en contacto con él, un 25 de junio, 14 días después de la muerte de su madre. Era más o menos 11:00, Oswaldo llamó a su hermano Eduardo, a Bahía de Caráquez, y le dijo que Alfredo estaba mal, “creo que de hoy no pasa, te aviso para que vayas haciendo maletas”. Igual hizo con sus hermanas Gladys, Teresita, Richard… “Ese día me dedique a conversar con él”.
Estaba acostado con los ojos cerrados. “Yo le decía: Alfredo te estoy hablando, levántame una mano. Dame una señal de que me estas escuchando, que no estoy hablando al aire. Él movía la pierna de un lado y del otro”. Era las 16:30 y murió. “Yo lo vi morir a mi hermano”. Llegaron sus hermanos con algunos de sus hijos, su cuñada…
El día del velorio en la funeraria Memorial, frente a Teleamazonas, donde velaron a Carlos, doña Dorita y Alfredo, llegó el fallecido periodista deportivo, gran amigo de Oswaldo y Alfredo, Víctor Hugo Araujo, quien también era doctor. Les dio el pésame. “No nos trataba por los nombres solo nos decía muñecos”.
Les pide ver el cadáver, regresaron y se sentaron. Oswaldo le comentó lo que pasó antes de morir con su hermano. Víctor Hugo Araujo le indica que “el ser humano el último sentido que pierde es el oído. Él le estaba escuchando y le daba señales. “Quédate tranquilo que Alfredo te escuchó todo lo que le conversaste durante toda la tarde, eso se notó porque movía la pierna”.
Alfredo se fue sin saber que doña Dorita había fallecido. Pidió que lo cremen y esparzan sus cenizas en el mar de Bahía de Caráquez. Decidió eso porque con sus hijos visitó la tumba de su hermano Carlos en su cumpleaños y se adornó con flores. A los dos días que fue Alfredo con sus hijos, no vio una sola flor. Habían desaparecido todas de la tumba en el Parque de los Recuerdos.
Viendo eso, Alfredo les pidió a sus hijos: Juan Carlos y Luis Alfredo. “Hijos el día en que yo me muera me creman. Yo no quiero estar en una tumba para que depositen flores los parientes y vengan los ladrones, se lleven y me dejen vacío. Esparzan mis cenizas en Bahía de Caraquez”. Alfredo Rodríguez Coll falleció a los 69 años, el 25 de junio de 2007.
Oswaldo cuenta que su papá murió el 31 de julio de 1972, de un infarto cerebral, a los 65 años. Su mamá se quedó sola y decidió retornar a Manabí, pero falleció en Quito a los 99 años y medio. “Yo creo que de ella hemos heredado esa longevidad, porque tengo una hermana que ya cumplió, 92 años, otro 91, mi hermana 90 y el último de mis hermanos cumplió 81”, señala.
El legado de Alfredo Rodríguez Coll
Su hijo Juan Carlos destaca que su padre era un hombre auténtico, lo que decía lo cumplía y lo hacía. Se siente orgulloso del trabajo que él hizo en la radiodifusión ecuatoriana, que inició su tío Carlos, quien les direccionó por ese camino.
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Iliana Cervantes Lima
Voces de la Radio
Alfredo Rodríguez Coll fue un periodista honesto, que manejaba el idioma con respeto. Además, fue un buen padre que, a pesar de que a los relatores deportivos les toca trabajar toda la semana, se daba tiempo para estar con ellos. No le gustaba figurar, decía que al ser humano se lo conoce por su esencia y el trabajo que realiza.
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