Los alfareros de La Victoria exhiben sus productos en sus propios talleres

Las calles de la parroquia La Victoria, perteneciente al cantón Pujilí, en la provincia de Cotopaxi, se transformaron en un amplio bazar al aire libre, durante este feriado por el Día de Difuntos. Ante la crisis sanitaria por la pandemia de la Covid 19, y la prohibición de la realización de ferias y concentraciones masivas, cientos de artesanos de los barrios Central, El Calvario, El Tejar, El Paraíso, Muliliví, entre otros, se organizaron y decidieron transformar sus viviendas y talleres en basares al aire libre para ofrecer a los visitantes sus productos fabricados a mano.

Vicente Padilla tiene su casa-taller en El Calvario, un barrio ubicado en la parte alta de la parroquia, al que se llega a través de una vía asfaltada y señalizada. Floreros, vasijas, alcancías, tiestos, ceniceros… decorados con llamativos colores se exhiben en su pequeño negocio. En la parte posterior de la casa está su taller en el que se destaca el torno, hecho con madera, con el que da forma a ollas, candelabros y cualquier objeto que sale de su imaginación.

Vicente (de 38 años) y su esposa, Rocío Chango, conocen los secretos para darle forma a la arcilla.  El proceso se inicia con la selección del barro, que luego de ser secado al sol es golpeado con un palo para que se rompan las piedras. Después ese polvo es cernido y queda listo para ser “bailado”. Así lo llaman a la etapa en la que la arcilla es mesclada con agua hasta que adquiera una masa consistente, color negro, que la tienden en el piso y lo mezclan con los pies descalzos. Después de dos horas está lista para darle forma en el torno.

De inmediato, las figuras son secadas al sol, por dos o tres días, para luego ser quemadas en el horno de leña, a una temperatura de 800 grados. El proceso concluye con la lijada, pintada y decorada, según su imaginación. “Así es nuestro trabajo, muy entretenido, pero también necesitamos el apoyo de todos, que nos compren nuestros productos”, comenta mientras con sus manos da forma a una olla.

En este barrio, los hornos, que funcionan con leña de eucalipto, resaltan entre los árboles de capulí en flor y los terrenos que esperan la lluvia para ser sembrados con maíz, papas, cebada y otros productos. A lo lejos, en un cielo azul y despejado, se distinguen el Cotopaxi y Los Illinizas, eternos cerros guardianes de esta parte de la serranía.

En este mismo barrio está el taller de Gladys Olmos, de 57 años y una figura menudita. Para esta feria confeccionó macetas, portamacetas, alcancías con figuras de gatos, perros, chanchos y unas coloridas vasijas con forma de cornetas. “Hace años, yo inventé estas cornetas: las vasijas normales les hice bien alargadas y me quedaron bonitas, le gustó a la gente, después mis vecinas también las imitaron”, relata orgullosa. Una tímida sonrisa se escapa por la mascarilla desechable que le cubre su nariz y boca. “No podemos descuidarnos ante esta enfermedad”, dice. Justamente, a consecuencia del Covid 19 ella no pudo asistir a las ferias de barros que se realizan en El Quinche (parroquia de Quito), Latacunga, Salcedo o Ambato para comercializar sus productos.  Y decidió quedarse en su barrio a la espera que lleguen sus clientes.

Martha Olmos y su yerno Vladimir Tigmasa improvisaron cuatro locales, entre los que se destacan los tiestos de diversos tamaños. Estos objetos ahora son decorativos, pero aún son utilizados para preparar al fuego cualquier alimento o tostar la cebada para preparar la máchica, tradicional alimento en las comunidades campesinas de la serranía. 

Junto a ellos está Paco Sangoquisa, de 24 años. Él es diseñador gráfico, pero sus actividades profesionales no le impiden que en los momentos libres se dedique a la alfarería. En sus manos tiene una masa de arcilla blanda, que la traen desde unas minas de un sector conocido como Talagche. Con la ayuda del torno, que lo mueve con un pie, la masa en sus manos en pocos minutos adquiere la forma de un florero, que después de dos días de secado al sol será quemado en el horno.

Con esta iniciativa, los alfareros de la parroquia La Victoria esperan mejorar su economía, que ha sido afectada por la crisis sanitaria, que impidió vender sus productos en las ferias de artesanías de Latacunga, Salcedo, Ambato y otras partes del país que se realizan en esta temporada, relata Yessenia Suntasig, de 25 años.

Ella es la catequista del sector y organizó a sus amigos y vecinos para que sean los guías para los visitantes. Entre los turistas que llegaron el primer día de feria estuvo la ambateña Maritza Altamirano. Quedó fascinada con una jarra, le gustaron los detalles y su decorado. No dudó compró unos cuantos objetos, pues los precios están muy cómodos, dijo. Y claro, también se hizo unas selfies con su marido, en el local de artesanías.

Vicente, Rocío, Martha, Paco, Gladys, Yessenia y todos los artesanos aspiran que esta feria sea un éxito, que los vecinos vendan sus productos y los turistas conozcan el valor y la tradición de la alfarería de esta parroquia cotopaxense.

Olger Calvopiña Tapia

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