Cinco maneras en que el cambio climático amenaza a las mujeres y las niñas
El noroeste de Somalia sufre sequías recurrentes. Las mujeres, encargadas de acarrear el agua, tienen que recorrer cada vez más territorios para conseguirla, exponiéndose a mayores peligros y arriesgando su seguridad. PNUD Somalia
La emergencia climática no está en preparación, ya está aquí. Si bien toda la humanidad está sujeta a los efectos del calentamiento global, los grupos marginados como las mujeres y las niñas son vulnerables a adversidades particulares*.
En un año en que se ha producido una avalancha mundial de catastróficas olas de calor, incendios forestales, inundaciones y sequías, el último informe de evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, publicado la semana pasada, dispara una alarma imposible de ignorar: se nos acaba el tiempo para mantener el aumento de la temperatura media mundial en los 1,5 grados centígrados.
El informe, que cuenta con 234 autores de 66 países, quienes citan 14.000 referencias, presagia eventos climáticos extremos más frecuentes y graves cuyo origen guarda relación con el comportamiento humano.
Nadie escapa de las consecuencias angustiosas y desgarradoras del cambio climático. Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas, el número de personas que necesitarán asistencia humanitaria se duplicará en 2030 debido a ello. (De acuerdo con la Oficina de Coordinación Humanitaria de las Naciones Unidas, unos 235 millones de personas necesitan ese tipo de ayuda este año.)
No se trata de una competencia sobre quién sufre más cuando la naturaleza responde violentamente a los abusos perpetrados por la humanidad, pero los grupos vulnerables y marginados, como las mujeres, que constituyen la mayoría de las personas pobres del mundo y cuyos medios de vida dependen en gran medida de los recursos naturales, entre otros factores de riesgo, están expuestas a calamidades particulares.
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, las mujeres, las niñas y los niños tienen 14 veces más probabilidades que los hombres de morir en un desastre climático.
A continuación, señalamos cinco formas más en que el cambio climático aflige a las mujeres y las niñas.
1. Más violencia de género.
Las mujeres y las niñas, que tienen la responsabilidad primordial de recoger agua y leña para combustible, tienen que caminar más en búsqueda de recursos escasos. Cuando las poblaciones son desplazadas debido al cambio climático (pensemos en las sequías en Somalia y en Angola), las mujeres y las niñas enfrentan un mayor riesgo de violencia basada en el género en los campamentos de refugiados o desplazados internos. Las mujeres constituyen el 80 % de las personas desplazadas a causa del cambio climático. Una vez más, al buscar recursos para administrar sus hogares, caminan por territorios desconocidos, lo cual aumenta su vulnerabilidad.
El Fondo de Población descubrió que la trata sexual se disparó después de que ciclones y tifones azotaran la región de Asia y el Pacífico, y que la violencia de pareja aumentó durante la sequía en África oriental, las tormentas tropicales en América Latina y otros fenómenos meteorológicos extremos similares en la región de los Estados árabes.
Igualmente, según una entrada del blog del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, las tasas de violencia doméstica, abuso sexual y mutilación genital femenina crecieron durante largos períodos de sequía en Uganda. La violencia contra las mujeres aumentó en Pakistán tras las inundaciones y en Bangladesh después de los ciclones. Los países desarrollados no son inmunes.
2. Aumento del matrimonio infantil
Los extremos climáticos destruyen los medios de subsistencia y exacerban la pobreza. Esto puede incentivar a las familias a casar a sus hijas jóvenes para que haya una boca menos que alimentar, a cambio de un precio de la novia o porque creen que están mejorando las oportunidades futuras de una hija. Cualquiera que sea la motivación, en países afectados por desastres climáticos como Malawi, la India, Filipinas, Indonesia, la República Democrática Popular Lao y Mozambique, entre otros, se han observado aumentos en los índices de matrimonio precoz.
3. Aumento de la mortalidad neonatal
Las investigaciones indican que “un aumento de 1 grado Celsius durante la semana anterior al parto se asocia con un aumento del del 6 % en el riesgo durante la estación cálida (mayo-septiembre), lo que se traduce en aproximadamente cuatro mortinatos adicionales por cada 10.000 nacimientos”. Se justifica realizar una investigación más exhaustiva, pero las pruebas apuntan a una conexión entre el calor extremo y los resultados negativos relacionados con los partos.
4. Empeoramiento de otras amenazas a la salud materno infantil
A modo de ejemplo, las enfermedades transmitidas por vectores, como la malaria y la fiebre del dengue, se han relacionado con abortos espontáneos, nacimientos prematuros y anemia. El aumento de las temperaturas está prolongando las temporadas de actividad de los mosquitos, que propagan estas enfermedades, y los entornos húmedos fomentan su reproducción. El cambio climático también puede aumentar la propagación de enfermedades transmitidas por vectores, como el virus del Zika, que en las embarazadas puede causar graves defectos congénitos como la microcefalia (cabeza reducida debido a una anomalía cerebral).
5. Interrupción de la salud sexual y reproductiva
Como ha demostrado claramente la pandemia de COVID-19, las emergencias desvían los recursos de atención sanitaria hacia la lucha contra la amenaza más reciente y los alejan de servicios que se consideran menos esenciales. Las emergencias debidas al cambio climático se harán más frecuentes, lo que significa que los servicios de salud y derechos sexuales y reproductivos podrían estar entre los primeros en reducirse.
Sin embargo, incluso si se mantienen los servicios en materia de salud y derechos sexuales y reproductivos, las mujeres y niñas desplazadas a menudo pierden el acceso a estos, lo que puede dar lugar a embarazos no planificados e infecciones de transmisión sexual. También pueden perder el acceso de otras maneras, como cuando en 2019 el ciclón Idai golpeó Malawi.
“Muchas partes del distrito de Mangochi quedaron sumergidas bajo el agua”, relató Treazer Masauli, Asistente Superior de Vigilancia Sanitaria del hospital del distrito de Mangochi. “Tuvimos que utilizar un helicóptero para llegar a zonas a las que no se podía acceder por carretera para proporcionar servicios de salud sexual y reproductiva, como condones, como método de planificación familiar y para la prevención del VIH y las ITS, así como educación entre pares y servicios relacionados con el VIH”.
Más de 20.000 mujeres en edad reproductiva en Mozambique corrieron el riesgo de un embarazo no planificado cuando perdieron acceso a la anticoncepción a raíz del ciclón Eloise en enero. Del mismo modo, después que los huracanes Eta e Iota azotaran Honduras en 2020, se estima que 180.000 mujeres en edad reproductiva se vieron impedidas de acceder a la planificación familiar.
La pérdida de cosechas debido al cambio climático también puede afectar la salud sexual y reproductiva. Un estudio determinó que después de impactos tales como la falta de alimentos, las mujeres de Tanzania que trabajaban en la agricultura pasaron a tener relaciones sexuales transaccionales para sobrevivir, lo que dio lugar a mayores tasas de infección por el VIH.
El mundo debe reconocer que la salud y los derechos sexuales y reproductivos son una cuestión climática, y que las mujeres deben formar parte de la formulación de políticas climáticas. Cuando se integra a las mujeres en esa tarea, el planeta mejora debido a huellas de carbono más bajas y mayores áreas de tierras protegidas. Y cuando el planeta mejora, todas y todos estamos mejor, asegura el Fondo de Población. (I)
Fuente: Fondo de Población de las Naciones Unidas
Publicar comentario